Suelen enseñarnos a dar gracias por todas y cada una de las cosas buenas que llegan o suceden en nuestra vida. Damos gracias por un día más de vida, por nuevos trabajos, estudios, metas, reconocimientos, ingresos, familiares, oportunidades y, ante todo, damos gracias porque pase lo que pase tenemos SALUD.
¿Qué pasa entonces cuando a tu vida llegan cosas buenas y malas (como a la de los demás) pero tu salud siempre ha estado comprometida, y seguramente permanecerá en este estado el resto de tu vida?.
Aprendes. sí, aprendes muchas cosas tal vez como en mi caso, a muy temprana edad. Aprendí a vivir con la epilepsia desde los 11 años y seguramente aún hay mucha tela por cortar. Aprendes a madurar, a dar gracias por tener un día más de vida, porque ese día que terminó y el que comienza hayan estado o estén libres de crisis, aprendes a dar gracias porque la crisis pasó y porque ahora todo está bien. Aprendes que cualquier día es perfecto para arreglarte de más, así sea para ir a una simple cena con amigos, sobre todo si el día anterior tuviste crisis, porque para mí, verme al espejo y sentirme bonita y arreglada antes de salir y después de una noche con crisis, es decirle a la epilepsia, “Aquí estoy y aquí me quedo. Tu apareces, pero yo me levanto y seguimos juntas el camino”. Es por esta razón querida epilepsia que hoy tengo unas palabras para ti:
Querida epilepsia:
Compañera de vida, hoy he decidido agradecerte por permitirme ver desde muy temprana edad lo que soy capaz de hacer. Gracias por enseñarme que no hay límites en la vida, porque mientras a algunas personas se lo enseñan desde la teoría, tú me lo enseñabas día a día desde la práctica.
Gracias por mostrarme que, si bien el estigma social es enorme, en mis manos tengo herramientas que transforman todo, mi testimonio de vida, mi experiencia, mis logros, mi lucha y mi capacidad de decirle a los demás que si yo que vivo que contigo cada día no te juzgo, por qué hacerlo ellos desde la ignorancia y la comodidad de una vida libre de esta condición.
Me has mostrado por años que todo vale la pena, y sin ti, tal vez no sería la persona decidida y determinada que hoy soy. Me has enseñado a hablar de frente con la verdad ¿Por qué no hacerlo si bien y hoy puedo? Me has mostrado que cualquier día es una ocasión especial para celebrar, que los amigos y familiares que están a tu lado cuando estás bien y cuando estás mal no tienen precio.
¿Recuerdas cuando a mis 14 años un doctor nos dijo que gracias a ti no podría hacer muchas cosas como estudiar, ir a fiestas, ser madre y una lista de cosas abrumadoras para una niña de 14? Bueno, tú me hiciste tomar el impulso para en primer lugar no volver donde aquel doctor NUNCA MÁS, y sacar las fuerzas para salir, divertirme, viajar, estudiar, graduarme y trabajar. Y si, fuiste tu querida amiga, porque yo no iba a permitir que tomaras el control de mi vida y te lo agradezco.
A menudo, mientras camino, hago ejercicio, veo tv, estoy en la playa o en cualquier momento tranquilo de mi vida, me doy cuenta de que, aunque a veces seas molesta, desgastes físicamente mi cuerpo, mi memoria, y te tenga terror, tú has hecho de mi la mujer que hoy soy, y que probablemente, si no hubieses hecho parte de mi vida, mi personalidad hubiera sido muy distinta, y ¿sabes algo?, amo ser quien soy.
Gracias por enseñarme a pasar la página rápido, gracias a ti tengo un nivel de paciencia excepcional, una capacidad para evadir la frustración admirable y la maravillosa habilidad de apagar las voces negativas de mi mente cada vez que quieran aparecer.
Por último, querida compañera de vida, gracias por enseñarme a levantar la voz por otros, si no hicieras parte de mi vida, muy seguramente no sintiera la necesidad de querer hablar con otros, que hasta el día de hoy, tal vez, no han visto cuánto puedes forjar en sus vidas por más molesta y aterradora que seas.
Atentamente,
Quien día a día te da la batalla.
Lía.
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